Vincenzo Semeraro, un niño de 10 años, llevaba mucho tiempo luchando contra un cáncer óseo al que recientemente se sumó el coronavirus. Gracias a una recaudación de fondos, el menor había logrado una importante suma de dinero para ser operado en Roma.

La movilización ciudadana que involucró a toda la región de Tamburi, en la provincia italiana de Taranto,dio sus frutos; Vincenzo iba a ser intervenido quirúrgicamente en una operación de médula ósea. Finalmente el niño falleció con toda la pesadumbre de su pueblo y seres queridos que se despidieron de él así: "Descansa en paz gran guerrero, ahora eres nuestro otro ángel allá arriba en el cielo. Vuela más y más alto".

Una médica que trabaja por de los derechos ambientales del territorio ha criticado que el pequeño contrajo la enfermedad a consecuencia de una exposición a sustancias cancerígenas. La sanitaria se refiere a la gigantesca acería Ilva, de la cual se ha pedido el cierre múltiples veces.

Según acerca el diario italiano La Repubblica, la Asociación de Padres de Taranto se ha sumado a las críticas: "Cada niño que muere en esta ciudad es el fin de toda una generación que pudo haber moldeado el futuro de nuestro territorio", han denunciado. 

"Estamos enfadados, nos gustaría que todos los italianos se dieran cuenta que hay una ciudad en Italia, donde la muerte de niños, para nuestros gobernantes, es un asunto trivial", han sentenciado.