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Olga Novo: “Los estados nos inoculan el virus de la desmemoria para oprimirnos”

“Los estados nos inoculan el virus de la desmemoria para oprimirnos”

Leer a la poeta gallega Olga Novo en su obra ‘Feliz idade’, Premio Nacional de Poesía editada por Kalandraka, es asomarse al círculo creativo y de la vida conectando el nacimiento de su hija Lúa con los últimos años de su padre, Jaime Novo, sufridor de la enfermedad del olvido. Su lectura es también una experiencia reflexiva con una cadencia que impide soltarla hasta acabarla. El poemario es un repaso de la vida en la aldea, de qué es la poesía, de la estirpe de Novo

Este Premio Nacional de Poesía 2020 a una obra en lengua gallega, ¿qué supone?

Estos premios a nivel estatal muestran una cierta apertura en el sistema literario español hacia los otros sistemas literarios considerados periféricos. El sistema gallego, catalán o vasco no suelen o no están presentes en los medios estatales. El Premio Nacional es un ejercicio sano de equiparar y armonizar las literaturas del Estado. La poesía debe estar por encima de las fronteras lingüísticas.

La obra arranca con una carta suya a su hija, Lúa. En ella, habla de la poesía “como acto radical de vida”. ¿Por qué escribe usted?

Yo empecé a escribir entre los siete u ocho años aproximadamente. Para mí, es algo vital. Es mi manera de expresar mi mirada sobre el mundo. La poesía es eso, una mirada desde la belleza, desde la generosidad. Es un acto de vida, radical, que no tiene que ir acompañado de la versificación. Hay personas que por su sensibilidad miran el mundo de forma poética pero no han escrito ni escribirán un solo verso. Expresan esa sensibilidad poética con sus actos del día a día.

“Hay personas que miran el mundo de forma poética pero no han escrito ni lo harán un solo verso”

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Muchas voces aseguran que los poetas solo escriben con tristeza, pero la obra ‘Feliz idade’ rezuma felicidad.

Sí, cada creador es un mundo. En este caso en concreto, escribí un libro de celebración de la existencia lo que lleva aparejada la vida y la muerte. Hay un intento de ir más allá de las taxonomías tradicionales con las que identificamos el tiempo y la historia. Yo quise ir hacia otra edad, una sin tiempo, la edad de las emociones y por lo tanto la feliz edad.

Recordando un verso de su libro: ¿Deberíamos heredar más amor y menos cosas materiales?

Por supuesto, aunque la materia es el origen del amor; el amor debería ser el motor que rige nuestras vidas. Una mirada amorosa sobre el mundo haría a este más habitable. Yo soy profesora y llevo la poesía a las clases por mi mirada sobre las niñas y los niños, intento que la docencia sea un ejercicio de dulzura, educar desde la ternura.

Usted impartió clases fuera de Galicia. ¿Realmente los gallegos tienen alma poética? ¿O es un mito?

Puede tener mucho de mito pero cierto es que la poesía está muy presente en el pueblo gallego que tiene una sede poética. Pero no hay un nacionalismo poético porque en todas partes del mundo hay personas que lo contemplan desde esa mirada poética. Tradicionalmente, la cultura gallega está muy volcada en la poesía; la madre de nuestras letras es una de las grandes poetas universales, Rosalía de Castro.

¿Pierde este país su memoria histórica?

Los estados procuran inocularnos el virus de la desmemoria porque los estados oprimen a las culturas para unificarlas. El poder siempre intenta eliminar la diversidad. Hay que luchar contra eso con la belleza, con todas las armas amorosas. Este país está enfermo de la desmemoria de la que hablo en el poemario. Este país contempla cómo se extingue la cultura del mundo rural campesino. Lo contemplamos con nostalgia pero con una enorme dificultad para frenar un proceso que viene de las superestructuras de los grandes poderes. Esa extinción es catastrófica, una demolición cultural con consecuencias sociológicas incalculables. Los índices de depresión entre nuestros mayores del mundo rural por la demolición de su modo de vida y su lugar es una evidencia.

“El Premio Nacional es un ejercicio sano de equiparar y armonizar las literaturas del Estado”

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¿La pérdida de la memoria que sufrió su padre fue lo peor de su vida?

Sin duda. El nacimiento de mi hija coincide con el inicio de la enfermedad de mi padre, que padeció alzhéimer. Él era un campesino con una enorme capacidad oratoria. Enganchaba al público. Ver a una persona así perder el ejercicio de la palabra es demoledor, una experiencia brutal. Tuvimos que buscar maneras de comunicarnos más allá de las palabras.

Si su pequeña, Lúa, dentro de unos años apoyase a Vox u otro partido similar, ¿cómo lo viviría usted?

Esa es una tesitura terrible. Mi hija, que va para ocho años, ya sabe muy bien quién era Franco, lo que pasó en Galicia en el año 1936. Yo creo en el poder transformador de la educación. Quiero suponer y espero que la educación que recibe mi hija, gallego hablante, la esté formando como una persona solidaria auténtica. Sería difícil que una personalidad con esos mimbres gire a posturas autoritarias. En el caso de mi hija, ella no ve autoritarismo, sino dulzura y amor. Hay que educar desde pequeños en la verdad.

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