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Crisis del coronavirus | Situación sanitaria en Canarias

El pueblo libre de Covid

Vilaflor de Chasna y Valleseco son los dos únicos municipios de Tenerife y Gran Canaria que no tienen ni un solo caso

Una mujer vuelve a casa por una de las vías que llevan al consistorio chasnero tras hacer la compra en uno de los mercados del barrio. Carsten W. Lauritsen

Famoso por sus manzanas y sidra y por la niebla que le envuelve la mayor parte del año, Valleseco ha conseguido convertirse en el foco de atención al ser el único municipio de Gran Canaria ‘libre de covid’. Lo es también el pequeño pueblo de Vilaflor de Chasna, en Tenerife, donde no se ha registrado ni un caso. Se desconoce el por qué exacto, pero sí se sabe que la implicación de los vecinos ha sido vital para mantener a raya al virus.

La Covid-19 ha entrado sin freno a Canarias desde comienzos de este año. Poco a poco, los muros de cada municipio han ido cayendo ante el implacable avance de un virus nuevo y peligroso. Sin embargo, tras dos picos epidémicos, aún quedan poblaciones que resisten a la propagación de una enfermedad incierta. En Tenerife, el pequeño pueblo de Vilaflor, de poco más de 1.600 habitantes, escapa en lo alto de la montaña a los efectos de la pandemia. En Gran Canaria, Valleseco, con unos pocos más habitantes (3.920), también resiste al empuje del virus gracias a la protección de las montañas que le rodean. Como ellos, una decena de municipios en toda Canarias disfrutan de esta etiqueta, la mayoría ubicados en La Palma. 

El coronavirus no pilló desprevenido a Valleseco. Antes de que el estado de alarma se impusiera en todo el territorio nacional, en el municipio grancanario se adelantaban en la toma de medidas para evitar el contagio de sus vecinos, especialmente de aquellos más vulnerables. “Nuestro lema ha sido: Nos vamos a pasar de prudentes”, asegura Carmelo Felipe Molina, director del centro de salud del pueblo en el que únicamente se registraron en agosto cinco casos de Covid-19 importados. Desde entonces, la cifra continúa en cero.

No ha sido fácil. La colaboración institucional y ciudadana han sido las principales armas para lograr mantener al virus fuera de las lindes locales hasta ahora, si bien todos tienen claro que no se puede bajar la guardia. “Que no tengamos contagios no quiere decir que estemos exentos de ellos”, asegura el alcalde vallesequense, Dámaso Arencibia. Bajo esa premisa, se ha trabajado desde marzo codo con codo con los profesionales sanitarios de la zona para minimizar el impacto de la pandemia.

Comenzaron días antes al confinamiento cuando, ante el inminente avance del coronavirus, decidieron extremar las precauciones en la Residencia de Mayores del pueblo y formar a sus trabajadores para reducir el riesgo de contagio. Poco después se clausuraron espacios públicos. Con la población encerrada en sus casas, se activaron las ayudas sociales y se intensificaron las labores de desinfección de calles y lugares de concurrencia como las tiendas de alimentación o las farmacias. También se habilitó una sala de aislamiento en el centro de salud para personas con síntomas sospechosos de SARS-CoV-2.

Reactivación

Con el fin del estado de alarma, llegaron nuevas medidas. La primera de ellas fue el reparto de 6.000 mascarillas FPP2 entre los vecinos. La segunda, la reactivación del sector terciario. “Pusimos en marcha una formación en Previs y desinfección para los restauradores del municipio para que pudieran reabrir sus establecimientos con garantías de seguridad”, explica Arencibia. Una iniciativa en la que participó José Manuel Macías, propietario de El Rinconcito Canario, un restaurante ubicado en el barrio de Lanzarote que ha conseguido sobrevivir a la crisis sanitaria y económica a base de mucho esfuerzo. “Al principio nadie sabía lo que había que hacer, así que el curso nos vino bien”, cuenta el empresario que tuvo que adaptar su local y plantilla para mantener el negocio.

“Hemos conseguido estabilizarnos y hay que decir que aquí la gente cumple con las medidas, incluso los jóvenes están muy concienciados, pero también es muy importante que los que vienen de fuera lo estén porque que no somos inmunes”, apunta Macías. Este sentimiento comunitario es, precisamente, el que ha llevado a Valleseco a evitar la propagación del virus, incluso en los tiempos más difíciles.

Autoconfinamiento

“Cuando se dispararon los casos en esta segunda oleada me puse en contacto con el alcalde para tomar medidas”, recuerda el director del centro de salud. En agosto, además, se registraron cinco contagios importados. Son los máximos que se han contabilizado en el municipio, pero aún así, desde las autoridades se decidió actuar. De este modo, a finales del citado mes, el Consistorio emitía un bando municipal por el que se informaba del cierre de los espacios públicos y se recomendaba a los vecinos confinarse voluntariamente. “Aquí más de la mitad de la población tiene más de 65 años, por lo que uno o varios brotes podía ser algo trágico”, señala el médico.

“La gente cumplió porque no era una orden, sino una recomendación y aquí los vecinos están muy concienciados, también los jóvenes, que lo hacen chapó”, cuenta orgulloso Pablo Falcón, de 71 años. Residente desde hace más de dos décadas en La Laguna, alaba la gestión que se ha realizado en el pueblo frente a la pandemia. “Ojalá lo hubieran hecho muchos más así”, comenta quien tiene claro que no hay que bajar la guardia hasta que haya una vacuna.

Para eso habrá que esperar aún, pero por lo pronto en Valleseco continúan trabajando para que la cifra de contagios se mantenga en cero. Ese es el reto. Para ello, desde el mes pasado han realizado test serológicos y pruebas PCR al personal municipal, policías locales, profesores y trabajadores de la escuela infantil y el colegio CEO Rey Juan Carlos I. Allí tienen previsto incorporar próximamente arcos de temperatura, al tratarse de uno de los “principales lugares en los que se concentra la población”, cuenta Arencibia quien, al igual que Felipe Molina, tiene claro que para ganarle la batalla al virus tiene que haber un frente común entre instituciones y ciudadanía.

Vilaflor de Chasna

En el pueblo donde la bruma arropa los árboles nadie podría adivinar si permanece o no en su propio estado de alarma. Vilaflor de Chasna es el municipio donde se respira una tranquilidad que contradice el constate movimiento que impera tan solo unos kilómetros más hacia el mar, en la turística ciudad de Los Cristianos. Apenas con apenas un millar de habitantes censados, es el pueblo más pequeño de Tenerife. 

El pueblo silente

Sus calles amanecen vacías ante la recurrente lluvia que la cubre durante estos días. El silencio es tan profundo que las palabras de los pocos que se animan a salir retumban en las montañas. “Algunas de estas casas están vacías”. Lo cuenta así Álvaro Torres, residente desde hace dos años en el municipio donde trata de sacar adelante su empresa de servicios en remoto. No es de extrañar ya que en 10 años, el municipio ha perdido aproximadamente al 10% de su población. La mayoría de las personas que viven aquí son mayores, y se cuidan mucho”, es la única respuesta que encuentra Torres a que Vilaflor disfrute de una nula incidencia del virus. Pero puede haber más, pues como resalta la mayoría de los chasneros, el cumplimiento de las medidas de seguridad ha sido desde el estado de alarma, impecable. Un hecho que se puede comprobar de un solo vistazo. 

Allí en la céntrica Plaza Doctor Pérez Cáceres, varios lugareños aprovechan el respiro que da la lluvia para pasear a sus mascotas, salir a comprar o a tomar un piscolabis en el Restaurante Hermano Pedro. Y todos ellos lo hacen portando su mascarilla, a pesar de que, con la distancia que hay entre ellos, el contagio es prácticamente inviable. “Los policías están muy al tanto”, explica Fania Hernández, camarera del frecuentado bar que asegura que “cuando la gente estaba menos adaptada, las fuerzas de seguridad les daban toques de atención”. 

Junto a la policía, los residentes tan solo tienen palabras de agradecimiento para su alcaldesa, Agustina Beltrán, quien también destaca “el ejemplar cumplimiento por parte de todos los vecinos y vecinas de las diferentes medidas de seguridad que se han implementando estos meses”. “Los negocios del municipio, restaurantes y bares, hoteles, dulcerías, entre otros, han sabido acoger a las personas visitantes con la misma hospitalidad y cercanía de siempre, pero garantizando la seguridad”, remarca Beltrán. 

Los niños son los referentes

Los niños, sin duda, son los más cumplidores con esa nueva forma de vida detrás de una mascarilla. “Los vemos pasando hacia el colegio y todos llevan su mascarilla desde que salen de casa hasta que regresan’’, explica Yarixa Pérez, empleada de la histórica Dulcería Hermano Pedro. Para el resto del vecindario, comprobar lo fácil que se han adaptado los pequeños a cumplir con las restricciones impuestas por la Consejería de Sanidad ha sido un aliciente para tratar de sacar lo mejor de ellos mismos. Son pocos, apenas dos centenares, lo que les permite estar repartidos en las aulas cumpliendo también perfectamente la nueva normalidad académica. 

El principal motor económico de Vilaflor de Chasna es el cultivo de uva, un producto con el que no solo hacen vino, sino que también importan recurrentemente al norte de las isla. Pero además de vivir de una enorme extensión de viñedos, los chasneros también dependen directamente del turismo. La esperanza de Yarixa Pérez es “que la situación mejore” y se pueda recibir más visitantes en la temporada de invierno. Habitualmente, los últimos meses del año se suelen configurar como la temporada alta en Vilaflor. 

En todo caso, los lugareños asumen que este ha sido un “verano atípico”, pues han conseguido paliar la caída de las ventas de unos meses ya de por sí poco rentables gracias a la visita de los residentes canarios que han decidido redescubrir su isla tras el confinamiento. “En los últimos meses muchos han venido asegurando que jamás habían estado aquí”, explica Pérez con asombro, que insiste en que estas visitas, aunque “dejan menos” que la de los turistas extranjeros, han permitido “solventar las cargas familiares”. 

Turismo

“Intentamos ser positivos”, explica por su parte Fania Hernández, mientras atiende a dos mesas que han decidido disfrutar de la compañía y las conversaciones que se entablan en un bar tan familiar como turístico durante el almuerzo. “Estamos cruzando los dedos para ver si se mueve algo”, insiste ante la reciente retirada de la restricción de vuelos a Canarias por parte. 

El resto de vecinos tampoco oculta su emoción, pues la llegada de turistas alemanes puede ser el empuje necesario para evitar echar el cierre en la temporada más alta. Pero tampoco esconden sus miedos. La llegada de más visitantes debe ser ordenada y todos ellos deben cumplir con las recomendaciones y restricciones impuestas por el Gobierno canario al pie de la raya para poder garantizar que Vilaflor continúe siendo un municipio sin virus. No hay ciencia que explique hoy las razones por las cuáles el pequeño municipio de Vilaflor pueda portar con orgullo la etiqueta libre de covid. No obstante, el encanto en su “aire puro y limpio”, la altura (1.400 metros por encima del nivel del mar) y el inmenso pinar que le rodea son, a ojos de la alcaldesa, motivos suficientes para haber procurado unas condiciones ideales para “luchar contra el virus”.

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