Opinión | Reseteando

Un trío en sede judicial

Miguel Ángel Ramírez, en imagen de archivo.

Miguel Ángel Ramírez, en imagen de archivo. / LA PROVINCIA / DLP

La noticia de la recusación de dos jueces de tomo y lomo, uno de ellos presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, por amistad con el empresario y presidente de la UD Miguel Ángel Ramírez, al que en fechas próximas tienen que juzgar, me llena de desasosiego. Entro de repente en un estado de horror vacui: el vacío de la creación artística que hay que rellenar. En este caso, los intersticios, cavidades y grietas que conforman este trío integrado por el investigado por supuestos fraudes y los togados Emilio Moya y Carlos Vielba. Nada más y nada menos que una sala integrada por diez magistrados ha dado crédito al argumentario planteado por la fiscal Evangelina Ríos en dicha recusación. La representante del ministerio público se basó en unas grabaciones del exjuez Salvador Alba de la reunión que mantuvo, en sede judicial, con el presidente de los amarillos. La misma dio origen al procedimiento que llevaría a prisión al aprendiz de espía. El asunto estrella de la trama era acabar con la también jueza Victoria Rosell, a su vez candidata de Podemos en tiempos felices. Dado el bulto del encofrado, maquinado a la luz de la justicia, en los despachos de los que parecía emerger el orden y la ley, es lógico que uno cometa la imprudencia (ya es sabida la defensa intestinal que hacen los jueces de su pulcritud ética) de interrogarse sobre los goznes que unifican a estos tres mosqueteros. Quizás se trate de una alta misión, ajena a lo prosaico de la vida que nos atosiga, pero sea lo que sea seguro que desemboca en la preciada independencia del poder judicial. Este triunvirato de hondura, instalado en la mismas entrañas del sistema, arrastra sin quererlo hacia el territorio de lo conspiranoico: ¿quién y cómo se imparte la justicia en este país visto lo visto? Querido Leonardo Sciascia, deja el cielo transparente de Palermo e indícanos de qué coño va todo esto, aunque haya más de una sospecha sobre el camino equivocado. La amistad manifiesta es una circunstancia determinante del deber de abstención, pero ni se lo plantearon pese al comistraje que conforma la grabación desencadenante.

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