La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

La corrección política y el Dios de la Biblia

Se asocia normalmente al fenómeno de la corrección política a la intolerancia de un sector fundamentalista de la izquierda, pero hay también en EEUU una de tendencia conservadora que tiene mucho que ver con el integrismo religioso.

Así lo explica el periodista norteamericano Jon Schwarz, que ha colaborado con el cineasta Mike Moore en algunos de sus documentales críticos de la sociedad norteamericana, según el cual ello explica, por ejemplo, que ningún presidente en toda la historia de aquel país se haya declarado ateo alguna vez (1).

Y tan sólo un congresista, un tal Pete Stark, de California, osó confesar abiertamente que no creía en un ser superior. Y ello pese a que las estadísticas indican que un 23 por ciento de los ciudadanos estadounidenses se identifican como agnósticos, no creyentes o ateos.

La enorme discrepancia existente entre lo que parece creer un sector de la ciudadanía y lo que confiesan sus representantes en el Congreso sólo puede deberse a lo que Schwarz califica de “corrección política conservadora”.

Según un sondeo reciente, un 96 por ciento de los estadounidenses podría votar a un candidato negro a la presidencia del país – ya hubo uno: Obama-, un 95 por ciento no tendría problemas en hacerlo por un católico: John F. Kennedy fue el primero católico en llegar a la Casa Blanca superando los prejuicios anticatólicos existentes.

Un 66 por ciento podría considerar incluso la posibilidad de apoyar a un musulmán – algo que resulta, confesémoslo, un tanto extraño, dado el anti-islamismo existente no sólo allí, sino en buena parte del mundo occidental, pero sólo un 60 por ciento no tendría ningún problema en votar a un candidato abiertamente ateo.

Cuando el autoproclamado socialista Bernie Sanders presentó por primera vez su candidatura a la nominación demócrata, el director financiero del comité nacional de ese partido, reclamó que se le preguntara si creía en Dios. Sanders sólo se había referido a su ascendencia judía sin ofrecer más detalles.

Algo parecido ocurre en la política exterior, argumenta Schwarz, según el cual la religión ha servido una y otra vez para justificar las intervenciones de la superpotencia sobre todo en Oriente Medio.

El presidente George W. Bush, claramente un fundamentalista, hablaba con frecuencia del “eje del mal” y de “justicia infinita” y recurrió a referencias bíblicas de tipo apocalíptico como la de Gog y Magog para convencer a sus aliados europeos de la necesidad de acabar con Sadam Husein.

Al ex jefe de la CIA y actual secretario de Estado, Mike Pompeo, le preguntaron en cierta ocasión si Dios habría podido enviar al presidente Donald Trump a que salvara el mundo como supuestamente envió Dios a la reina Ester para salvar al pueblo judío, a lo que aquél respondió que era muy posible.

El fundamentalismo religioso explica también el apoyo incondicional de Estados Unidos al Estado judío: según la creencia de un sector del protestantismo, el regreso de los judíos a Israel y el establecimiento del Estado judío son requisitos previos para la segunda venida de Cristo a la Tierra, que marcará el fin de la historia.

La corrección política tiene también consecuencias para la libertad de información en aquel país, y así Schwarz cita diversos casos de populares presentadores de televisión obligados a dejar sus puestos o al menos a disculparse públicamente por haber criticado abiertamente el armamentismo o las intervenciones militares de la superpotencia en distintos lugares del mundo.

Compartir el artículo

stats