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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Vox derrotada y necesaria

Como suele ocurrir con las mociones de censuras la que ayer fracasó en el Congreso de los Diputados ha sido muy útil, cargada de interés y con algunas derivaciones sorprendentes, y basta con eso para poner la bobada de Aitor Esteban en su sitio. El partido central que no centrista de la derecha española –el PP– tomó partido y lo hizo con un discurso inmisericorde de Pablo Casado contra el oportunista que ahora acaudilla una suerte de ultraderecha que a pesar de guiños y eslóganes es más posfranquista que trumpista, Santiago Abascal. Casado se empeñó brillantemente en establecer y resaltar las diferencias de un proyecto de derechas dizque constitucionalista y europeísta frente a un populismo embrionario de mesa camilla y anís El Mono. Le salió muy bien, aunque se le notaba cejijunto. Casado jamás pensó en apoyar la moción, por supuesto, pero hasta el penúltimo momento se aguantó lo que le pedía el cuerpo, porque ignora si esa estratagema le devolverá o no los votantes que han apoyado al voxismo en los dos últimos años. Es difícil saberlo ahora mismo. Vox no se disipará como una covid asintomática, como no lo ha hecho Podemos, y ambas organizaciones tienen asegurados durante el próximo lustro una veintena de diputados cada una en el peor de los casos. Para cualquier demócrata la de ayer fue una feliz jornada: esta ultraderecha ajoarriera se quedó sola y le votó en contra toda la Cámara.

Por supuesto que los hay insequibles al aliento. Son izquierdistas contrariados con la soledad derrotada de Abascal y los suyos que insiste en que el PP gobierna en Madrid, Andalucía y Murcia gracias a Vox. Y es cierto. Pero Vox no cogobierna en esas comunidades y su influencia en sus respectivos ejecutivos es bastante limitada programática y presupuestariamente. Los ultras se metieron en un gallinero, porque retirar ahora su apoyo, dejar caer en este momento a los gobiernos conservadores en las mencionadas comunidades autonómicas, le señalaría como los responsables de la llegada de socialistas y podemistas al poder. Abascal no puede hacer nada, salvo seguir apoyando a Díaz- Ayuso, Moreno Bonilla y López Miras. También entre los contrariados están los que no soportan que CC haya votado en contra de la moción y Ana Oramas, en una intervención fulminante, haya aclarado que los coalicioneros – como por otra parte es perfectamente lógico en razón de sus intereses y posiciones– jamás entrarían en enjuagues con un partido como Vox. Para toda esa peña, irritada por la momentánea intromisión de la realidad en sus fantasías, Casado, Moreno Bonilla, Andrea Levy y Ana Oramas, entre varios millones más de personas, son todos fachas. Es lo que tiene la trivialización del lenguaje y la puerilidad ideológica que la polarización política del país ha exacerbado en los últimos años.

¿Las cosas cambiarán? Es harto dudoso. El PSOE y Podemos aplaudieron ayer a Casado, pero no por levantar la bandera de la institucionalidad democrática, sino por su maltrato a Abascal y las supuestas consecuencias: esperaban que Vox, aunque no rompa un solo acuerdo, la emprenda contra el PP en las próximas semanas y meses. El Gobierno de coalición solo garantiza su continuidad electoral si existe una derecha fragmentada y negocia hasta la ley de la gravedad con las fuerzas independentistas. Vox debe vivir para que el progresismo sanchista –no se me ocurre otro marbete para esto– pueda seguir adelante en su proyecto de sucederse indefinidamente a sí mismo al frente de un país arruinado y endeudado hasta las orejas.

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