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Elizabeth López Caballero

El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

La literatura es antídoto

Al bajarme del avión me arroparon las montañas y el olor a laurisilva. El bosque de pinos que se intuye desde la pista de aterrizaje me saludó y yo me sentí como en casa. Llegaba a la isla de La Palma para disfrutar, un año más, del Festival Hispanoamericano de Escritores. En esta ocasión sin abrazos ni besos pero con una infinidad de recursos convertidos en miradas para transmitirles a los colegas la alegría del reencuentro. La plaza de España, en los Llanos de Aridane, volvió a ser el punto neurálgico, aunque, por razones de protocolo, los eventos se llevaron a cabo en el parque Gómez Felipe. El festival arrancó con un recital de poesía en el que participaron Elsa López, Olvido García Valdés y Andrés Sánchez Robaina. Los versos danzaban entre los participantes arrancándoles suspiros esperanzadores porque la literatura es antídoto para cualquier pandemia, además, como dijo Carlos Santos en la mesa “El relato del tiempo propio. Qué está pasando”, donde moderaba las intervenciones de Nuria Barrios, José Luis Correa, Ricardo Menéndez Salmón y Carmen Posada, “la literatura no contamina”. Con esta frase abrió la tertulia el periodista de Radio Nacional donde, como se podía intuir por el título, se habló de la situación actual -que parece sacada de una novela de ciencia ficción-, del bloqueo de los escritores y de la importancia de la reflexión, en la que hizo especial hincapié Nuria Barrios. Pasear por los Llanos estos días y ver a la gente volviendo a llenar las calles, sintiendo la vida, parándose en los stands de libros y hablando con los escritores -cumpliendo todas las medidas de seguridad- es el reflejo de la resiliencia colectiva y del poder de la literatura. Que la organización haya decidido seguir adelante con el festival es un grito de guerra para proteger la cultura, un sector desabrigado e invisible, como citó Carmen Posada en una de sus intervenciones. A lo largo de la semana hubo distintas mesas de múltiples temáticas, sin olvidar, el homenaje a J.J. Armas Marcelo por su trayectoria como escritor y como Director de la Cátedra Vargas Llosa. No ha sido el festival de los abrazos, pero no ha faltado el afecto, la admiración y el descubrimiento de nuevas voces que llegan pisando fuerte. Cuando se inició esta “locura”, como la denominaron algunos, hubo quien lo bautizó como “La fiesta de la literatura” y este año más que nunca, a pesar de las mascarillas, de la distancia social y de los grupos reducidos he vuelto a sentir el poder y la magia de la escritura y de la lectura como medio para vivir y sobrevivir a los reveses de la vida.

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