El tiempo que Bosé pasó con Picasso tendría que marcar una distinción - una distancia intelectual- entre él y el cardenal de Cañizares. Pero más allá aún: el cantante ha hecho con su vida privada lo que la Iglesia considera inadmisible, por no decir condenable. Pero por una razón digna de un programa de Iker Jiménez, el artista y el prelado coinciden, con ciertos matices, en la ignorancia de descalificar la carrera científica para obtener la vacuna del covid-19, el horizonte de confort para que la nueva normalidad prospere. El eclesiástico habla, por sintetizar (no hay que malgastar espacio con su cuajada), de material abortivo en los ensayos del fármaco, contraviniendo de esta manera principios éticos del catolicismo. El músico, por su parte, asegura que el magnate y filántropo Bill Gates quiere utilizar la vacuna para controlar a la humanidad tuneando, por decirlo de alguna manera, el medicamento. Uno desde el púlpito y otro desde las redes sociales nos instalan en una extraña Edad Media con aprendices de brujos, cuyas teorías, bulos e interpretaciones tratan de extirpar el conocimiento científico. Así funcionaron contra las teorías de Copérmico y Galileo. El nuevo espacio para la circulación de este basurero de galimatías está en la libre circulación de mentiras o verdades a medias a través del ciberespacio. Un ejercicio tóxico que se ampara en la libertad de expresión sin límites, normas, sin embargo, que si deben cumplir los periodistas a la hora de informar o el autor de una biografía. No se puede permitir que las personas sean incitadas a incumplir la prescripción de una vacuna por ideas, sobre todo cuando el acto pone en peligro la vida de otros individuos, como es el caso del coronavirus. Ni tampoco es aceptable que una investigación de la que está pendiente casi la totalidad del globo terráqueo -dejemos fuera del espacio las personalidades de Trump, Bolsonaro o Putin- se vea afectada por voces ignorantes. Igual que ocurrió en otros siglos, frente a este tipo de excentricidades malevolentes -más mayoritarias de lo que parece, internet hace milagros- se impondrá el progreso. Sucedió con el antibiótico o la penicilina, símbolos del progreso médico contra la superstición, los perjuicios, la influencia religiosa y el fanatismo. También observo de soslayo que Bumbury se ha apuntado a irrigar este singular huerto anti, donde se dan cita jardineros especializados en diversas floras, aunque todos obsesionados con el muñeco que mueve los hilos.
