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Crisis del coronavirus La vida vuelve a las playas de San Bartolomé de Tirajana

Éxodo a las playas del Sur

El litoral de Maspalomas goza de una notable afluencia de personas pero no se registran aglomeraciones - Los usuarios destacan el respeto a la distancia de seguridad

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Desescalada en Canarias | Primer domingo de la fase 2 en las playas del sur de Gran Canaria

Vuelve la música, los vendedores ambulantes y los clientes. Playa del Inglés y Maspalomas empiezan poco a poco a despertarse de su letargo y comienzan a registrar ya un notable trasiego de personas en sus calles y en las playas. Desde Arucas, Santa Brígida, Las Palmas de Gran Canaria, Telde o Vecindario, durante la jornada de ayer, el primer domingo de la fase 2 de la desescalada del confinamiento, el litoral de San Bartolomé de Tirajana soportó una notable afluencia de público llegado desde todos los puntos de Gran Canaria. Muchos estrenaron el pasado lunes la fase 2 tumbados al sol, aprovechando su segunda residencia en el Sur, y terminaron la semana de la misma manera, mientras que otros se dieron ayer su primer chapuzón del año. Y hasta que se reabran las fronteras internacionales, el acento canario predomina sobre el inglés o el alemán de los extranjeros residentes.

Tránsito de personas, sí, pero sin aglomeraciones. Los bañistas destacan el respeto a las normas por parte de lo usuarios para mantener la distancia de seguridad y evitar un posible contagio por coronavirus, y eso fue notorio en los amplios espacios existentes entre sombrilla y sombrilla. Y de la toalla a las terrazas. Tanto en el centro comercial Anexo II de Playa del Inglés como en Maspalomas todavía son pocos los establecimientos de restauración que han levantado la verja pero quien lo ha hecho está más que satisfecho con una vuelta al tajo que ha cumplido y superado sus expectativas.

Cargado hasta las cejas con distintos cachivaches playeros, Gonzalo Trujillo, un vecino de Las Palmas de Gran Canaria, enfiló pasado el mediodía para Playa del Inglés con el objetivo de encontrarse con otros grupos de amigos. Enfermero de profesión, tenía claro que había que mantener las distancias. "Es inevitable que los niños se junten para jugar, pero los adultos estaremos separados", afirmó. Bajó al Sur para disfrutar de su tercer día de playa esta semana, después de pasar por San Cristóbal y La Laja, pero el primero en San Bartolomé de Tirajana, y lo hizo además a conciencia. "Vengo para estar todos más repartidos; lo fácil es quedarse en Las Canteras, pero si nos repartimos mantendremos mejor las distancias de seguridad", añadió.

Para desatascar las playas y para generar economía, porque aunque su intención era comer en algún restaurante del Anexo, prefirió llevarse la comida de casa "por si estaba todo cerrado, que era muy probable". "Ahora ya no, pero el domingo que viene volveré para comer por ahí; hay que repartir un poco la economía y que no se quede todo en la capital", señala Gonzalo. Este usuario de la playa consideró que la población se está comportando realmente bien y con arreglo a las normas. "Lo que pasa es que solo nos llama la atención quienes lo hacen mal". Y quizá tenga razón.

Y entre esos que lo hacen mal, a Esmeralda Morales y David de la Fe, residentes en el municipio de Arucas, les llama la atención aquellos que se olvidan de utilizar la mascarilla en los distintos paseos marítimos cuando no puede garantizarse una distancia de dos metros de seguridad. "En la playa la situación es muy buena y la ciudadanía respeta bastante las normas, pero tenemos que concienciarnos mejor porque en los paseos mucha gente no se pone la mascarilla y son zonas de gran afluencia", recuerda Esmeralda.

Segundas residencias

La pareja ha pasado el fin de semana en el Sur aprovechando que tienen un apartamento en Playa del Inglés como segunda residencia. El sábado fue su primera día de playa y había menos gente, explica Esmeralda, quien se confesó ayer "muy playera", de esas que llevan salitre en la piel. "La vuelta a la playa después de confinamiento ha sido maravillosa, lo necesitaba", relata la aruquense.

Para ellos la jornada de ayer fue coser y cantar. Se tumbaron un rato a tomar el sol, se dieron un baño, se secaron y para el apartamento a almorzar. "Después de estar dos meses sin salir de casa, el tacto de la arena, del agua del mar y la brisa una se relaja mucho, me apetecía un montón", dijo, "acabamos pareciendo niños". Para David, por su parte, contemplar el arenal de Playa del Inglés con tanta gente "sube bastante la moral" porque "es desolador ver la zona de los hoteles y apartamentos completamente vacía, sin turistas, y con todos los restaurantes cerrados".

Esmeralda y David estuvieron unas horitas en la playa y se marcharon a comer al apartamento, exactamente el mismo plan que hizo Beatriz Antúnez con su pareja y sus tres sobrinos de siete y nueve años. Llegaron a Playa del Inglés a media mañana porque tenía enormes ganas de volver a disfrutar. "Teníamos muchas ganas de poder disfrutar de la playa, y también de hacerlo con mis tres sobrinos aunque esté el tiempo malo". Y es que durante la mayor parte del día la panza de burro se alojó sobre el cielo sureño.

Esta familia es de Las Palmas de Gran Canaria y también aprovechó el fin de semana para pasarlo en su segunda residencia en San Bartolomé de Tirajana. "Cuando solo se podía venir a pasear era un lujo; ahora ya se nota que hay más gente en la playa", apuntó Beatriz, "y también se nota que todo el mundo está respetando las distancias se seguridad, cuando llegan todos se ponen a mirar con cuidado dónde se instalan para no molestar a nadie y no tener a ninguna otra familia cerca".

Y entre sus sobrinos la seguridad aumenta con creces. "Son ellos quienes nos piden las mascarillas y lavarse las manos antes de salir a la calle", resalta Beatriz, "lo tienen todo bastante aprendido". El mayor, Ernesto, de nueve años, empieza a ser consciente de por qué debe hacerlo. Pero para él llevar la mascarilla "es asfixiante". Él fue de los primeros de su familia en estrenar las playas porque vive en las inmediaciones de Las Canteras y pudo irse allí a pasear cuando se autorizó la salida de los niños a la calle.

Terrazas

entre los usuarios de la playa había ayer muchas ganas por volver a disfrutar del mar. Mientras, entre los negocios de la zona comienza a haber ya algo de satisfacción. La gran mayoría de los establecimientos de restauración permanecen aún cerrados pero hay quienes han vuelto ya a poner sus primeras cervezas después del confinamiento. Peter, propietario del bar Strand Arena, ubicado en la avenida del centro comercial Anexo II, abrió las puertas de su negocio hace 10 días y ahora está más que contento por la acogida. "La vuelta ha sido difícil, pero poco a poco vamos ganando clientes, por ahora la mayoría canarios que van o vienen de la playa y se paran para tomar algo", explicó ayer a las puertas de su local, "estoy muy contento, vamos saliendo adelante pasito a pasito, pero hay que luchar mucho más para levantar el negocio".

Es de los pocos empresarios que ha decidido levantar la persiana desde que las terrazas pudieron abrir al público. Y está muy satisfecho porque durante estos 10 días se han superado todas sus expectativas. "Ahora solo falta esperar a que se vuelvan a abrir las fronteras internacionales y comiencen a llegar los turistas extranjeros, porque sin ellos no somos nadie", recuerda Peter.

A pocos metros, el restaurante Gorro Blanco II atendía ayer a las primeras rondas de clientes presenciales en su local, ya que este establecimiento se mantuvo abierto durante el confinamiento para llevar pedidos a domicilio a las personas que residen en los distintos establecimientos extrahoteleros de la zona, tal y como explicó su propietario, Pippo Giuseppe. "Estoy satisfecho porque no tuve que cerrar del todo; como es lógico se ingresa mucho menos de lo que uno se esperaba, pero al menos nos ha servido para seguir adelante", señala Pippo.

El movimiento que ya se registra en las playas del litoral sureño es para este empresario motivo de alegría, y para él lo importante es que la clientela no piense que tras la apertura de las terrazas ahora se aprovecharán de ellos. "Al revés, a pesar de que hemos pasado unos meses muy complicados, no pienso subir los precios, es más, los he bajado con el objetivo de empezar a reconquistar a los clientes", afirmó el empresario, quien, como ejemplo, ha reducido hasta tres euros el precio de sus menús. "Está todo el mundo afectado por ERTE y si no bajo los precios no podré atraer clientela nuevamente; la gente no tiene dinerales para gastar", agrega.

La Charca, muerta

A solo seis kilómetros, en la playa de Maspalomas la situación fue ayer idéntica a la de Playa del Inglés, con notable afluencia de personas, sin aglomeraciones y respetando las distancias de seguridad. Y aquí, a excepción de dos establecimientos de restauración con bastante clientela, todos permanecen cerrados al público.

Pero lo que prometía ser ayer un buen día de playa llegaba con sorpresa: el olor pestilente y nauseabundo que despide la Charca de Maspalomas, donde desde hace semanas reposan los restos de miles de peces muertos -tilapias de Mozambique- y que la Administración aún no ha retirado, a pesar de que ya retiró 15.000 ejemplares. De hecho, fue el principal tema de conversación entre quienes paseaban por la zona, ya que la presencia de estos restos traía consigo la presencia de mosquitos, generando una imagen deplorable de este espacio incluido en la Reserva Natural de las Dunas de Maspalomas.

Francis y Marcela Santana, de Las Palmas de Gran Canaria, no daban crédito a la imagen que tenían delante y no entienden cómo el Cabildo no ha retirado ya todos los peces muertos. "Parece que como no hay turismo se están olvidando un poco aunque nos afecte a nosotros como ciudadanos; tampoco entiendo cómo la gente que reside en primera línea puede vivir aquí con este mal olor y la cantidad de mosquitos", se quejó Marcela.

Ambos fueron a pasar el día a Maspalomas para darse su primer baño del año y comer en uno de los pocos restaurantes abiertos. Francis, aficionado a las carreras de montaña, recordó cómo tan solo una semana antes de que se decretase el estado de alarma pasó por la avenida del Oasis de Maspalomas durante su participación en la Transgrancanaria. "Ese día esto estaba a reventar de gente y hoy ni hay turismo, es muy raro, son como dos mundos completamente distintos siendo el mismo lugar", reflexionó. A Marcela le dio "repelús" ver el Sur tan cerrado.

Un Sur cerrado que poco a poco va reabriendo sus puertas a la espera de la vuelta del turismo internacional a partir del próximo mes de julio, cuando reabran las fronteras. Por ahora solo queda disfrutar de unas playas sin aglomeraciones, consumir en los bares y restaurantes para impulsar la economía y esperar a que el acento canario vuelva a mezclarse con las lenguas europeas.

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