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Oficios en extinción (II)

Romero para curar los males

Vicente Díaz mantiene vivo el oficio de yerbero en las romerías de las Islas l Posee un huerto con más de 90 plantas medicinales

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Oficios perdidos: Vicente Díaz, hierbero

Ni ibuprofeno ni aspirina. El mejor remedio para el dolor de cabeza es colocar una ramita de tedera en la oreja. O eso es lo que defendían los antiguos yerberos de las Islas cuando llegaban a las casas de sus clientes tras pasarse el día recolectando plantas medicinales. Una labor ambulante que ya no se practica, pero que sigue viva en personas como Vicente Díaz, un grancanario que todavía hoy acude a las romerías con el saco tradicional cargado de ramos que cautivan por su olor a poleo, eucalipto y romero.

Desde muy pequeño Díaz veía como en su casa las enfermedades se curaban con medicina natural, ninguno de sus padres era yerbero pero le picó la curiosidad y desde su niñez comenzó a mostrar interés por las propiedades de las plantas. "Siempre se me ha dado bien reconocer la flora canaria", subraya.

Lo que sabe no lo ha estudiado en libros ni en centros formativos. Lo aprendió todo de los antiguos yerberos. José Jaén, fue uno de los grandes representantes de la profesión en Canarias, dedicó su vida a la investigación de las plantas medicinales y difundió su conocimiento a través de charlas, conferencias y artículos en las principales cabeceras de la Isla. Jaén murió joven y Díaz continuó aprendiendo de la mano de Mercedita Almeida, yerbera de Fontanales, y Enrique Cáceres,el último representante de la profesión en Gran Canaria. Díaz recuerda con cariño el programa que Cáceres tenía en la radio de Gáldar, "allí explicaba su experiencia, contaba para que servía cada planta, era un genio", asegura.

Un médico naturista, Jorge Cruz, le pidió que colaborara con él en su libro Más de 100 plantas medicinales, y con este proyecto el yerbero aprovechó para lanzarse al campo y conocer más en profundidad esta labor tradicional. Ambos comparten ahora un huerto ecológico con más de 90 ejemplares diferentes en el Valle de Agaete, donde la medicina natural tiene un espacio para sobrevivir. Allí es donde Díaz consigue los ejemplares que carga orgulloso en las romerías de la Islas.

"Los yerberos originales no se preocupaban tanto por la apariencia del saco, los llenaban hasta los topes y se recorrían todos los pueblos de cumbre a costa para poder ganarse la vida", relata Díaz, que desde hace 25 años trabaja en el huerto. Para él es un bonito hobby. Mantiene su trabajo en la zona portuaria de la capital, pero dedica el tiempo libre a seguir aprendiendo cosas sobre las numerosas propiedades que tienen las plantas medicinales. "Nadie se imagina el trabajo que supone preparar los manojos, conlleva 24 horas de esfuerzo", explica Díaz, quien además lleva seis años practicando la cestería con la mimbrera, una planta que también se utiliza para bajar la fiebre y calmar los dolores.

Con las manos manchadas de tierra y trozos de varias mues-tras de su huerto, Díaz explica que es la gente de más edad la que sigue apostando en muchas zonas rurales por estos reme-dios naturales que, según los yerberos, pueden acabar con migrañas o mitigar dolores. "Las hierbas nunca han desaparecido y volverán con más fuerza", anuncia Díaz.

"Lo mejor que tienen las plantas es que tienen varias propiedades, no como los medicamentos", detalla este yerbero que además denuncia la postura crítica de las farmacéuticas ante la existencia de estas prácticas. "Los farmacéuticos están controlando, ven que los herbolarios y los yerberos pueden hacerles la competencia y quieren acabar con ellos", apunta. Aunque Díaz no es partidario de los herbolarios ya "que aprovechan los recursos de la naturaleza para hacer negocio", sostiene.

Lo mejor, dice, es combinar las plantas medicinales con los medicamentos que los profesionales receten en cada caso. "Lo que sí está comprobado es que la medicina natural no tiene contraindicaciones y los productos de farmacia sí", subraya el único representante ambulante de los yerberos. El resto de los que sobreviven venden en plazas o mercados, y recolectan lo que ellos tienen plantando, apenas salen ya al campo.

Enauta, flor de muro, melisa, rompepiedra, moringa, ruda, a Díaz no se le olvida ni un solo nombre de los ejemplares que tiene en su huerto donde, además, posee varios artilugios para la fabricación de abono natural.

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