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El tormentoso regreso a Canarias

Una auténtica odisea supuso trasladar de Barcelona a Canarias los restos mortales del expresidente Adán Martín | El político viajó en una avioneta de emergencias de la Generalitat mientras en las Islas se improvisaba su funeral

Una foto de Adán Martín sonriendo presidía la estancia durante el velatorio.

Parece que los elementos se conjuraron aquel domingo para hacerse notar en el último viaje del expresidente del Gobierno de Canarias a su Isla. Era como si la lluvia, el viento y los truenos quisieran despedirse, en modo apocalíptico, de Adán Martín en el traslado de su cadáver en avioneta desde Barcelona a Tenerife, un vuelo de siete horas que debió realizar una parada de urgencia en Jerez ya que la situación se puso muy complicada e impedía que el aparato continuara volando. “Era como una aventura de Tintín”, recuerda una de las siete u ocho personas que acompañaron los restos mortales de Adán, un detalle que se suma a su complicado regreso y la total improvisación que rodeó el funeral oficial del expresidente.

Fue la propia familia de Martín quienes se buscaron la vida para trasladar los restos mortales del político de regreso a su tierra cuando, desgraciadamente, el inminente desenlace de la enfermedad de Adán era un secreto a voces en las redacciones, los despachos y las instituciones. En todas.

Desde el viernes anterior a su fallecimiento, cuando el expresidente fue desconectado en el Hospital Clínico de Barcelona, sus familiares comenzaron a mover cielo y tierra para ver cómo regresaban desde Barcelona a Canarias con sus restos mortales. Y rápido. “Todos estábamos destrozados pero había que solucionar ese asunto y como Iberia no daba una solución a corto plazo empecé a llamar a todo el mundo que pudiera tener una avioneta”, recuerda Dulce Xerach Pérez, cuñada del ex presidente y colaboradora de confianza en política de Adán que, pese a su tristeza, fue la única de su entorno capaz de reaccionar. “Pilar, sus hermanos, los amigos… Todo los que estuvieron en Barcelona aquellos días estaban rotos de dolor y muy cansados; llevábamos casi cuatro meses en Barcelona pendientes de él”, recuerda.

Las gestiones no daban fruto y el tiempo corría en contra con Martín Menis apagándose, pero Dulce, según rememora, se dedicó a arreglar los permisos y los certificados para, al menos, tener algo adelantado. Entonces se acordó de José Julián Istúrizt.

“Bueno, yo hice lo que pude”, contaba esta semana, discreto, el propio Istúrizt, hoy en día director general de Patrimonio del Gobierno de Canarias. Adán Martín e Istúrizt coincidieron durante el mandato de Román Rodríguez (1999-2003), el primero como vicepresidente y consejero de Hacienda y el segundo como responsable de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias y gerente del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria. “Sin él, Adán estaría aún en Barcelona”, agradece Xerach sobre una historia que nunca han querido contar “por tratarse de algo tan delicado”, dice, pero consciente de que el tiempo y la distancia ya han cerrado heridas y borrado los peores momentos de aquella pesadilla.

Director gerente de la empresa pública Sistema de Emergencias Médicas de la Generalitat de Catalunya, José Julián era, sobre todo, un “amigo fiel”, como le define la familia de Martín Menis, con quien le unía la pasión por Barcelona, ciudad donde uno residía y el otro había estudiado Ingeniería. De hecho, durante las estancias del ex presidente en la capital catalana para someterse a revisiones solían verse. Él consiguió la avioneta biturbina de la Generalitat.

Adán fallecía el domingo y la aeronave con sus restos despegó del Aeropuerto del Prat esa misma tarde. Tuvieron que acelerarlo todo porque incluso para lograr un certificado de defunción, imprescindible para trasladar el cadáver, había que esperar 24 horas y como en aquellos momentos Adán era un ciudadano canario más –el Gobierno de Canarias no quería hacerse cargo del coste del vuelo aunque finalmente lo pagó- pues no lo tuvo tampoco demasiado fácil. “Además estábamos en pleno puente de El Pilar”, recuerda Dulce.

A primera hora de la tarde del 11 de octubre Adán dejaba atrás Barcelona. Junto a su viuda, Pilar Parejo; sus hermanos Fernando y María Asunción; su cuñada Dulce Xerach; la hija de su exjefe de prensa, Daniel Cerdán; Margaret, su secretaria y Salvador Iglesias, su Director del Gabinete en el Gobierno durante la legislatura de Martín como presidente. El féretro y sus acompañantes soportaron como pudieron la espantosa meteorología que les acompañó todo el trayecto. “Era terrorífico”, reconoce Xerach, “con todos nosotros sentados en la parte delantera de la avioneta, zarandeados por el viento, y Adán, solo, detrás. Sin embargo yo no tenía miedo”, cuenta.

La cosa se puso tan peluda en el aire que el piloto tuvo que aterrizar en un aeródromo de Jerez hasta que aflojara la tormenta. Ese retraso –estuvieron volando siete horas hasta llegar a Tenerife- provocó que al llegar a su isla se encontraran cerrado el aeropuerto de Los Rodeos “por diez minutos”. Adán aterrizó finalmente en el aeropuerto Reina Sofía, de noche. En el sur. Del Gobierno de Canarias estaba Rosa Dávila “pero también nos esperaba su hermana Papri y montones de amigos como Manuel Hermoso, Javier González Ortíz, José Miguel Ruano, Marisa Tejedor y, entre otros, José Carlos Alberto... No me acuerdo de muchos más porque seguíamos en shock pero seguro que había más gente”, rememora.

La conducción del cadáver de Adán Martín, en presencia de su viuda, Pilar Parejo. Manuel Lérida

La llegada de los restos mortales de Adán Martín Menis a las doce de la noche a Santa Cruz de Tenerife, con sus familiares derrotados del cansancio acumulado durante meses, el turbulento viaje en avioneta, del tute de carretera y, sobre todo, de la pena, culminó con una imagen que a todos los presentes aún les emociona recordar, a las puertas de la sede de Presidencia del Gobierno. Un mar de paraguas esperaba en la calle al expresidente; debajo, cientos de ciudadanos emocionados que en respetuoso silencio asistían a la llegada del féretro y su traslado al edificio que, cosas de las vida, había construido su hermano el arquitecto Fernando Menis, por encargo de Jerónimo Saavedra.

Pero que llegara el cadáver de Martín Menis a Canarias supuso otro problemilla: no se sabía qué hacer, qué protocolo seguir, qué tipo de honores debía tener el expresidente… Adán Martín era entonces, en 2010, el primer expresidente de una Comunidad Autónoma durante la democracia que fallecía. Seguro que él se habría reído porque, de repente, el discreto político se convirtió en un enorme jarrón chino: ¿Qué hacían con él?

De nuevo jugó a favor otro contacto de la Generalitat de Catalunya –Adán Martín y Pasqual Maragall eran muy amigos- donde sí existía un protocolo para el sepelio de un ex presidente regional y en Canarias pues se adaptó aquella ceremonia a las necesidades de la familia y las instituciones insulares. Finalmente, en la más estricta intimidad, Adán Martín fue incinerado tras recorrer las calles de Santa Cruz de Tenerife acompañado del eco de cientos de miles de aplausos llegados de toda Canarias. Hoy aquel chicharrero que se empeñó en ser el presidente de todos los canarios descansa junto a sus padres y su hermana Papri en el panteón familiar del cementerio de Santa Lastenia, en Santa Cruz de Tenerife.

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