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La mirada maestra

‘Gambito de Dama’ recrea la vida de los ajedrecistas en los 60 Kasparov asesoró a los actores para resultar verosímiles

La mirada maestra

‘Gambito de dama’, la exitosa serie de Netflix sobre el ascenso fulgurante hasta la superélite de Beth Harmon, una ajedrecista criada en un orfanato, introvertida, de formación autodidacta y adicta a los tranquilizantes y el alcohol, ha puesto medios y dedicación para evitar esos errores. Lo más destacado es que los productores contrataron como asesores al excampeón mundial Garri Kasparov y al reputado entrenador neoyorquino Bruce Pandolfini, cuyo trabajo con una joven promesa del ajedrez fue inmortalizado por Ben Kingsley en la película ‘En busca de Bobby Fischer’ (1993).

No es una cuestión menor puesto que no se trata de una serie con el ajedrez como recurso, sino como eje. Los personajes son ficticios, pero parecen reales. Hablan como ajedrecistas. Se mueven como ajedrecistas. En la serie sigue habiendo algunas libertades -más que imprecisiones-, pero no son sustanciales. “No es un documental, no son torneos reales. Creo que no hay que ser puntilloso en exceso y se pueden aceptar licencias dramáticas”, sintetiza una de las jugadoras más fuertes de España, la maestra internacional femenina Patricia Llaneza.

Las partidas que se observan en la serie son algo más que creíbles. “Son reales, algunas clásicas y famosas y otras no tan conocidas, pero se percibe un gran trabajo detrás”, sintetiza el maestro internacional Alfonso Jerez. Una curiosa anomalía es la ausencia de partidas que concluyan en tablas, un resultado más que habitual entre jugadores de altísimo nivel.

En cambio, los actores fueron entrenados para memorizar las largas series de jugadas que se aprecian en la serie. “No se limitan a mover las piezas sin orden ni concierto, lo que no es nada fácil si no eres un jugador experimentado”, comenta Alfonso Jerez.

Otro detalle mejorable: cuando le toca pensar al rival, los actores se levantan y deambulan alrededor del tablero, algo habitual en el mundo real, pero, ¡horror!, nunca comentan con el contrincante los movimientos en medio del juego, como sucede cuando Beth se enfrenta en México a un joven prodigio ruso, y mucho menos lo insultan, como hace el personaje de Beltik al enfrentarse por primera vez con la protagonista. Es más, hablar está prohibido por el reglamento de la FIDE.

La sombra alargada de Fischer

Lo que no resulta nada convincente en la serie televisiva es el frenético ritmo en las partidas de los torneos. A esa velocidad, las partidas no durarían ni 10 minutos. De hecho, en un momento de la serie un director de un torneo le recuerda a Beth que cada jugador dispone de dos horas para efectuar 40 movimientos, un ritmo bastante habitual en competición. Obviamente los guionistas sabían que el ajedrez, salvo en los apuros con el reloj, es así, pero lo sacrificaron en aras del relato cinematográfico.

El personaje de Beth Harmon es sin discusión un trasunto de Bobby Fischer, el genial, heterodoxo y excéntrico jugador estadounidense que fue campeón del mundo entre 1972 y 1975. Es curioso, ciertamente, porque Fischer era un misógino de cuidado que opinaba que las mujeres no llegarían a nada en el juego de las 64 casillas.

La campeona ficticia y el que fuera campeón real son casi coetáneos y comparten algunas características de su biografía, como la ausencia de un padre protector, una adolescencia solitaria y un comportamiento antisocial. Ambos aprendieron a hablar ruso, la lengua dominante entre la élite ajedrecista de aquella época, y pasaron unas vicisitudes similares para costearse la participación en un torneo esencial en Moscú. Pero el detalle más esclarecedor es que ambos tienen predilección por la variante Sozin, uno de los caminos más agudos para hacer frente a la defensa siciliana.

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