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25 años de vida de la Cátedra Pérez Galdós

De Alfonso Armas Ayala fue la idea de crear una institución que le diese una solvencia científica universitaria a los estudios del legado galdosiano

Galdó en ‘San Quintín’, Santander.

Escribo estas líneas cuando se cumplen veinticinco años de la foto que acompaña a este texto. En ella destaca la imagen de Alfonso Armas, el “verdadero héroe” de esta historia. En la instantánea, yo me dirijo al público e Isabel Pascua asume con seriedad su papel de Vicerrectora del equipo del Rector Rubio Royo. Inaugurábamos el primer curso universitario de la Cátedra. Éramos jóvenes y felices, pero no nos dábamos cuenta.

La Catedra Pérez Galdós había nacido unos meses antes, el 21 de abril, mediante un convenio específico que firmaron los representantes entonces de la Universidad y del Cabildo, Francisco Rubio Royo y Pedro Lezcano Montalvo, respectivamente. El documento definía la Cátedra como “una zona de coincidencia” entre los intereses académicos de la Universidad y “la responsabilidad del Cabildo en cuanto al legado galdosiano”. Fue una inauguración casi solemne, y la prensa la señaló con muy buen augurio. Alfonso Armas estaba contento y satisfecho. Tenía consciencia de haber llegado a una meta. Así lo veíamos otros profesionales jóvenes, contagiados de aquella ilusión. Fue para muchos un día de fiesta. Todo era sonrisas y entusiasmo.

Pero la historia había empezado mucho antes de que nuestra ULPGC tuviera existencia oficial. De Alfonso (que siempre demostró poseer una inteligencia clarificadora) fue la idea de la creación de esa Cátedra, desde que concibió a la Casa Museo Pérez Galdós como un Centro Internacional de Investigación que precisaba de una solvencia científica universitaria. La había reclamado casi cuarenta años antes en una Reivindicación galdosiana en prensa (Falange, 1957). En adelante, “a Dios rogando y con el mazo dando”, fue preparando el sedimento de ese espacio mediante el apoyo científico de catedráticos de otras universidades (Sebastián de la Nuez, Francisco Morales Padrón, Alberto Navarro, Manuel Alvar, Francisco Ynduráin…), y amparado en el marco oficial de la desaparecida “Universidad Internacional Pérez Galdós”, aquella institución que tanto ayudó a la formación de los universitarios grancanarios “de Letras”.

Alfonso Armas vio asomar el primer rayo de luz se su soñada Cátedra Pérez Galdós cuando, en 1982, nació “la división de Filología” en el Colegio Universitario de Las Palmas, y la percibió con más fuerza cuando se creó la Facultad de Filología en 1989. Por fin pudo verla nacer cuando esa Facultad contó con una cátedra propia, en 1995.

Soñaba Alfonso Armas la Cátedra Pérez Galdós como un espacio de trabajo abierto al mundo, ambicioso y sólido; con medios y personalidad propias, con un director ligado exclusivamente a ella, suficiente en su gestión, con un reconocimiento, una gratificación, un status…. Para ella no había otro director posible que él mismo. No sólo era el mejor, sino que lo merecía ampliamente. Pero habían cambiado mucho los parámetros en la hora del nacimiento de la ULPGC de sus ilusiones. En ella, no sólo prevalecía con gran peso lo técnico y lo científico apoyada en una sociedad que no ocultaba un incipiente desprecio hacia las Humanidades, sino que la Institución había de regirse por estamentos y por reglamentos en los que no había cabida para el catedrático jubilado de Enseñanza Media que eraAlfonso+ Armas. Por si eso fuera poco, su salud y su equilibrio habían ido deteriorándose. La Cátedra Pérez Galdós de 1995, pues, no podía ser la que soñó Alfonso ni contar con su experiencia al frente. De hecho, pudo nacer porque, providencialmente, aquella primera Cátedra de la Facultad de Filología la ocupaba una investigadora galdosiana en quien Alfonso confiaba plenamente que era a la sazón Decana de la Facultad, y que se sentía bien pagada con sus retribuciones normales de profesora, sin aliciente extra de ningún tipo. Así, ella fue nombrada directora por el Rector Magnífico, y Alfonso se sintió descansado y casi feliz. Esa investigadora firma ahora este artículo.

En su nacimiento, contó la Cátedra con el apoyo verbal de la Facultad de Filología, pero no con el del Departamento correspondiente. Sin embargo, comenzó a trabajar de inmediato, al alimón la directora recién nombrada y la que lo era de la Casa Museo, en ese momento Rosa M. Quintana, quienes compartían entusiasmo, capacidad de trabajo y cierta habilidad para conseguir financiaciones (porque la Cátedra carecía de dotación económica). Como mero apunte, señalemos que antes de terminar ese 1995 la Casa Museo pudo acoger tres cursos universitarios de posgrado (entre junio y noviembre), la directora de la Cátedra fue invitada a una sesión en la Universidad de Sheffield para asesorar sobre el proyecto Galdós editions, y el Servicio de ediciones del Cabido pudo editar una novela galdosiana preparada en un seminario de doctorado de la Universidad.

El trabajo fue sobre ruedas en adelante. Se incorporaba la Cátedra a una Casa Museo Pérez Galdós ya reconocida como sede del galdosismo internacional. Lo había empezado a ser desde el “pistoletazo de salida” que Alfonso hizo resonar en 1971 convocando el primero de los Congresos Internacionales de Estudios Galdosianos, que nacieron entonces, para perdurar, en una edición que reunió en nuestra ciudad a cincuenta ponentes y casi cien congresistas venidos de todas partes del mundo (“desde Rumanía a los Estados Unidos de Norteamérica”, destacaba Alfonso Armas en la Introducción a esa primer Acta publicada). En adelante, la Cátedra programaría cursos y cursos, y ocuparía la primera fila científica de aquellos Congresos; desde el VI que se dedicó a Galdós y el 98, hasta el más reciente, que hizo el número XI, en 1997, y que se tituló La hora de Galdós. También, considerada como parte constitutiva de la Casa Museo, la Cátedra tenía presencia oficial en el mundo universitario gracias a esa labor a dos bandas: a) para los asuntos científicos, el Museo se apoyaba nominalmente en la Cátedra; y b) todas las actividades de investigación galdosiana que llevaba a cabo la directora de la Cátedra figuraron como de la “Cátedra Pérez Galdós” cuyo nombre adquirió fuerza en el mundo internacional galdosiano. Mientras, la CPG contaba con la presencia y el apoyo moral de la Universidad en las reuniones públicas y el Cabildo atendía todas las iniciativas de la Cátedra: la más llamativa, la iniciada con el presidente Soria que aceptó el proyecto Arte Naturaleza y Verdad, asegurándole un presupuesto más allá de su mandato.

La situación respecto a la Universidad mejoró mucho en el rectorado de José Regidor. En él se renovó el Convenio de creación de 1995 (ahora Regidor como rector y Pérez García como presidente) el 13 de marzo de 2008 en el que se reafirmó la voluntad de “fomentar la investigación galdosiana y su proyección internacional a través de un trabajo conjunto entre el área de Humanidades de la ULPGC y la Casa Museo”. Y no todo fueron gestos; porque la Universidad reafirmó la presencia de la Cátedra entre sus instituciones a través del recién creado Latext (Instituto Universitario de Análisis y Aplicaciones textuales) y tuvo por primera vez logo reconocido; papel membretado, tarjetas y tarjetones… En 2015, el presidente Bravo de Laguna firmó nuevo convenio, refrendo del anterior, en que ya se incluía la existencia del IATEXT como alojamiento universitario de la Cátedra. Y en esa etapa, la Consejería de Cultura que llevó Larry Álvarez añadió al presupuesto de la Casa Museo 3.000 euros para la CPG. Así han continuado las cosas en una marcha normal y muy positiva, en la segunda etapa del rector Regidor y en la actual del rector Robaina; y en las presidencias sucesivas de Antonio Morales.

En los últimos años la Casa Museo Pérez Galdós ha expandido sus muros y sus objetivos para adaptarlos a un hoy en que apenas es visitada por investigadores puesto que los materiales que necesitan se hallan al alcance imformático. Es lógico y es normal. Evidentemente, son otros tiempos. La consejera doña Guacimara Medina y la directora Victoria Galván conducen hoy una Casa Museo que ha visto crecer enormemente el número de sus actividades que consiguen difundir con eficacia la imagen de Galdós a un público interesado. Nunca como ahora ha sido tan visitada la Casa Museo. ¿Sobra entonces la Cátedra Pérez Galdós? ¿Debe limitarse a la organización de actividades de Investigación, necesariamente minoritarias? Al contrario, diría que su labor de asesoramiento puede ser valiosa (y nada estorba) en el día a día de las actividades que la Casa Museo organiza, y es imprescindible en asuntos de la investigación y la relación con el mundo científico. Porque existe cada vez con más fuerza el galdosismo internacional, que se multiplica en nuevas vías y que plantea nuevos retos. Galdós es inmenso, y su investigación también lo es. La Casa Museo no puede dejar de ser el referente científico galdosiano que soñó Alfonso Armas, y por el que tanto luchó. Hoy estará contento de comprobar la realidad de estas Bodas de Plata. Las celebramos con su recuerdo y nuestro agradecimiento perenne.

Yolanda Arencibia es directora de la Cátedra Pérez Galdós y autora de ‘ Galdós. Una biografía’ , Premio Comillas 2020.

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