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Arquitectura

El CAAM y Sáenz de Oíza

El arquitecto Francisco Javier Sáenz Guerra, hijo del creador de Torres Blancas, del que se cumplen 20 años de su muerte, explica cómo abordó su padre el diseño del museo

Saínz de Oíza padre, pronuncia una conferencia en el CAAM en 1997.

La oficialidad nos remite al 20 de diciembre de 1974, año en que la Comisión de Cultura del Cabildo de Gran Canaria resolvió que un palacete de la calle León y Joven del barrio de Vegueta (hoy calle de Los Balcones), sede del antiguo Banco de España, pasase a ser un museo de arte contemporáneo, un deseo que nos remitía a las inquietudes de los artistas y activistas culturales de la generación de Gaceta de Arte, en especial a Eduardo Westerdahl, que creó en precario una sala con dicho fin en Puerto de la Cruz en la posguerra. Una célula integrada por Francisco Ramos Camejo, Carmelo Padrón, Martín Chirino, Félix Juan Bordes, Ana Beristain e Hilda Mauricio puso las bases teóricas de lo que se llamaría el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), una pieza clave en la modernización cultural de las Islas Canarias.

La segunda parte de la gestación está vinculada a la cuestión arquitectónica, que da lugar a reuniones en las que participan, además de los mencionados, el concejal de Urbanismo del momento, Domingo González Chaparro, aparte de los arquitectos Sergio Pérez Parrilla, José Martorell Codina, Juan Navarro Baldeweg, Juan Antonio Cortés y Vázquez de Parga, Francisco Javier Sáenz de Oíza y Javier Carvajal y Ferrer. Optan por presentarse al concurso restringido Cortés, Pérez Parrilla, Bordes, Carvajal y Ferrer, y Sáenz de Oíza. El prestigioso Álvaro Siza, que sería Premio Pritzker en 1992, falló a favor de Sáenz de Oíza (Navarra 1918-Madrid 2000), autor de las inevitables Torres Blancas de la capital o de El Ruedo de la M-30, entre otras obras. El codirector para adaptar el inmueble del siglo XVIII como referente museístico del XX sería Jesús Monzón.

Hace 20 años que el arquitecto vasco murió y hace unos meses que la sala madrileña del ICO clausuró la exposición Arte y oficio programada por su centenario. Comisariada por cuatro de sus hijos, también arquitectos, realizaba un recorrido por sus principales obras, sus ideas constructivas o sus conexiones con el arte. Entre todas ellas está el CAAM, cuyas obras empezaron en junio de 1986 y finalizaron en septiembre de 1989. En diciembre se inauguraba con la muestra El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo, comisariada por Juan Manuel Bonet y coordinada por Danielle Tilkin. Al frente de la institución, el artista Martín Chirino. Empezaba la aventura.

¿Pero que significó el CAAM en el contexto de una carrera tan prolífica y personal como la de Sáenz de Oíza? Su hijo Francisco Javier Sáenz Guerra, de gran parecido físico a su padre, desgrana a continuación los criterios sostenidos por el arquitecto. La década de los noventa, y más allá del cambio de siglo, proveyó a los espacios urbanos del crecimiento de nuevos museos a los que se les asignó la misión de revitalizar el tejido cultural, pero también la de dinamizar o recuperar zonas deterioradas o socialmente apagadas. Detrás del proyecto del CAAM estaba la consideración de la administración socialista, promotora de la iniciativa cultural, de activar el barrio de Vegueta.

“Estaba la cercanía de la Catedral”

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“Para él era muy importante, porque era intervenir en el casco histórico, un tema que siempre le había gustado, del que además ofrecía muchas conferencias... Pero también, en el caso del CAAM, estaba la cercanía de la Catedral y trabajar sobre algo preexistente como era una casa buena canaria con los restos de un antiguo patio, es decir, existía mucha arquitectura que conservar. Todo ello le resultó atractivo, puesto que estaba por medio el respeto a una construcción y a la memoria histórica, a la ciudad”.

“Un acto de creación muy sorpresivo”

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“Tienes razón en el sentido de que la mayoría de sus obras son de nueva creación, pero una de sus primeros proyectos fue el Santuario de Arantzazu, el primer concurso que gana y que era trabajar con una iglesia preexistente. Claro, en el caso del CAAM es más delicado, hay que intervenir en el centro de la ciudad, pero también con una propuesta interesante y moderna, que, a su vez, respete el entorno. Pese a todo ello, mi padre logró un interior del museo que es realmente un acto de creación muy sorpresivo”.

“Tenía que ser visto desde el mar”

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“Él decía que los edificios institucionales, que pertenecen a la ciudad, que son públicos, en cierto modo se tienen que destacar y reconocer. Son los edificios de todos, y los más importantes. La casa de cada uno, en cambio, tiene que ser más modesta y llamar menor la atención... Entonces, él pensaba que el museo se tenía que ver desde el mar, con sus cubiertas de vidrio en lo alto, como señal de relevancia en la ciudad. Luego le gustaba mucho que se pudiese observar el resto de la ciudad desde arriba, sobre todo la Catedral”.

“El entendimiento la hizo posible”

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“Estaba muy interesado en la obra, en la que tuvo, por otra parte, un colaborador muy bueno, Jesús Monzón, un arquitecto con el que sintonizó bastante bien. La cuidaba mucho, pero no hubiese sido posible sin el entendimiento que se dio entre dos profesionales”.

“Hubo una coincidencia feliz entre las partes”

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“Con el CAAM se ajustó bastante al presupuesto, pero lógicamente hay obras en la que no se sabe muy bien el programa, y sin embargo, el propietario decide lanzarse para no perder la anualidad. Aquí, el Cabildo lo tenía muy claro, el trabajo fue también muy eficiente con otra responsable pública, Hilda Mauricio, y con Martín Chirino. La sintonía entre las partes permitió que todo fuera bien. Por decirlo de alguna manera, resultó una coincidencia feliz. De hecho, mi padre se sentía muy satisfecho del resultado final y la fluidez con la que todo se había llevado a cabo”.

“Él pensaba el museo como espacio íntimo”

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“En la exposición que celebramos en el ICO por su centenario lo que se intentaba era establecer una relación entre la arquitectura y los artistas, algo que tiene que ver mucho con el proyecto de un museo, y por consiguiente con el CAAM. Se hacía énfasis en la relación con pintores como Palazuelo o escultores como Oteiza. De manera de que se trataba de una muestra en una fundación-museo, la del ICO, marcada por la idea de que la arquitectura penetrase en estos recintos dedicados a acoger obras de arte. Me parece el intento más importante de adentrarse en Sáenz de Oíza. Ya dentro de ella hubo una serie de divisiones por temas, uno tenía que ver con la poesía, muy trascendental en su obra, otro con la importancia del hombre en la casa... Eran temas capitales... Él pensaba que el museo tiene que ser como un espacio íntimo, donde casi uno pueda abrir un libro y encontrarse solo leyendo. Sin ir más lejos, vemos que el CAAM es un espacio recogido en torno a un patio donde uno puede pasear. Un mundo propio y muy personal, hecho para soñar”.

“Él orden lo da la pieza insertada en el vacío”

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“El orden del CAAM lo da sobre todo la pieza que se inserta en el antiguo patio de una casa-palacio canaria. Entonces lo que ordena ese espacie de laberinto es la inserción de una pieza que, arriba del todo, vienen a ser unos vidrios que se ven desde el mar. Luego, es un espacio que se ordena por la pieza que se inserta en el vacío”.

“Él edificio ha envejecido muy bien”

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“En las otras plantas ese patio crea una secuencia, dado que es una especie de transparencia que permite ver un espacio, después otro y así sucesivamente. Era un tema que a él le encantaba, un poco cinematográfico. Me parece que el CAAM ha envejecido muy bien, con elegancia; es respetuoso en su fachada a la ciudad, a la manera esa nórdica de querer pasar desapercibido. Sin embargo, por dentro es de una gran serenidad”.

“Le interesó mucho el debate”

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“En el caso del CAAM era un concurso restringido entre catedráticos de escuelas de arquitectura de España, que es como pedir opiniones a cinco expertos, algo que a él le parecía muy bien, dado que se crea un debate, hay un diálogo, se ven diversas alternativas y la ciudad se beneficia de tenerlo... Es como ir a cinco cirujanos buenos porque está preocupado por una dolencia de corazón. En Vegueta, la institución, el Cabildo, tenía un edificio bonito que quiere cuidar, por lo que quiere cinco opiniones. Bien, pues resulta una mejor opción que encargárselo a un amigo. Y por encima, un señor de prestigio, reconocido por los otros, y que finalmente decide. A él esta ideas le interesaron mucho, el debate”.

“Nos transmitió la exigencia personal”

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“De los siete hermanos que somos, los cuatro mayores somos arquitectos, muy parecido a lo que ocurre en la casa del panadero con sus hijos o con el médico... Un tema muy habitual. Los que nos dedicamos a la profesión somos dos chicos y dos chicas, por lo que se cumple la paridad. ¿Qué nos transmitió? Sería muy difícil resumirlo, porque era una persona muy compleja. Pero a la hora de hablar de un denominador común sería la exigencia personal, no contentarse nunca con nada y seguir trabajando, siempre buscando incesantemente un nivel alto. Pero esto también lo trasladaba a sus alumnos de la Escuela de Arquitectura.

“Le encantaba la polémica para llegar al aprendizaje”

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“Como le encantaba polemizar, siempre decía que la mejor obra era la que nunca había hecho, que era la capilla del Camino de Santiago, algo similar al escritor que nunca pudo escribir un determinado libro Luego era difícil sacarle de ese discurso muy estudiado que tenía. A mi padre le encantaba la polémica como medio de aprendizaje, es decir, le encantaba decir una cosa y que el otro dijese la contraria. Le atraía el diálogo como confrontación de ideas para poder avanzar. Era una cuestión fundamental, hasta el punto que consideraba la Universidad como el mundo del debate de las ideas”.

“Jamás lo ibas a ver tomando el sol”

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“Sí, conocía Canarias. Su hermano, José Sáenz de Oíza, un ingeniero de Caminos, estuvo en Tenerife ocupando un cargo institucional, especialista en aguas, dejando un buen recuerdo. Y por eso le unía un nexo con las Islas Canarias. Tampoco era una persona que tuviese mucho tiempo de descanso, al que era muy difícil verlo de vacaciones en una playa, se dedicaba fundamentalmente a su vocación, que era la arquitectura. Jamás lo ibas a ver tomando el sol”

“Sentía mucho respeto por el pasado”

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“Tuvo de profesor de Historia del Arte a Torres Balbás, que influyó bastante a la hora de estimular el estudio del desarrollo histórico de las tramas urbanas, su sociología, su cultura... Fue una generación que sentía mucho respeto por el pasado, pero capaz de hacer algo nuevo a partir de ello. Hablaba muy bien de Torres Balbás, que luego fue conservador de la Alhambra, y que le procuró bastantes conocimientos de la tradición musulmana, visigoda, romana, el descubrimiento de América, las Islas, las colonizaciones, las influencias cubanas...

“Siempre decía que había que arriesgarse”

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“Él siempre decía que había que arriesgarse. Claro, tienes que pensar, por un lado, lo que es necesario a la hora de proyectar, de la parte científica, por decirlo de alguna manera. Pero la creación era otra cuestión”.

“La idea de subir es muy importante en el CAAM”

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“Consideraba muy importante la idea de subir, de ascenso, y lo pone en práctica en el CAAM. Se trataba de la escalera que te lleva, muy bien definida en el edificio de la calle de Los Balcones de Vegueta. Para él, el mundo de los sueños es el que se encuentra localizado en el desván”.

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